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La curiosidad mató al gato

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Mensaje por Benjamin McCreary Sáb Mar 30, 2013 5:44 pm

Estar internado en un manicomio no era la vida que había esperado tener desde que era un crío. Tampoco lo era ser una estrella del entretenimiento. Pero vamos, ¿quién mierdas sabe lo que va a hacer de mayor? Él, por supuesto que se equivocó garrafalmente al decidirse a ser un cantante. Vamos, que la crianza de caballos junto a su padre no sonaba para nada mal. Pero él quería más. ¿Quién no quiere más?

Seis meses ya se habían cumplido y aún no sabía exactamente qué era lo que iban a hacer con él o más bien, lo que estaban haciendo. ¿Qué medicamento podían darle para una enfermedad que no existía? No había medicamento alguno para curar el deseo sexual. Al menos la mierda que le estaban administrando a Benjamin durante todo el tiempo que llevaba internado no lo hacía perder aquél deseo carnal que siempre había sentido.

Así que en realidad, no sabía por qué estaba ahí. Según sus padres era por esa tan nombrada “adicción” que tenía, pero Benjamin no lo veía como una adicción. No, por el contrario. Le decía a su padre que debería intentarlo, incluso les había ofrecido llevarlos a un lugar donde se juntaban swingers o incluso invitar gente al rancho para que sus padres vieran de lo que se estaban perdiendo. No había servido de nada. Unos cuantos días después estaba internado en ese jodido lugar de mierda.

Después de la cena, las cocinas estaban cerradas. Habían terminado de limpiar y ya no tendrían por qué estar abiertos, pero Benjamin había encontrado una forma de entrar y robarse un poco de comida para aguantar la noche hasta el desayuno por si sucedía “algo” que lo hiciera terminar en el cuarto de aislamiento de nuevo –sería la tercera vez en esa semana que sucedía- por quien sabe cuánto tiempo. También era un lugar solitario, perfecto para esconderse un rato de la gente y si encontraba a alguna chica de limpieza, ¿por qué no satisfacer un poco sus necesidades y seguramente las de ella?

Todo estaba vacío y maldijo por lo bajo notando que ya tenía en su pantalón la muestra del deseo que le provocaba la simple imagen de alguien sobre él o de él dentro de alguien más. No podía quedarse con la sensación así que fue al lugar más apartado de la cocina pero de pronto escuchó pasos fuera de la cocina y veía como la puerta se abría de par en par.

Se sacó las manos del pantalón –todo sea dicho- y guardó silencio hasta ver quien era. No, no era nadie importante, al menos no alguien que pudiera meterlo en una camisa de fuerza.

-Pensé que era el único que venía a estas horas. ¿Qué haces por aquí?-preguntó sin saber exactamente quien era pero con la curiosidad en la lengua. Quizás había llegado en el momento menos oportuno para Benjamin. Quizás ese era su momento para tener un poco de suerte.
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Mensaje por Eva D. Townshell Sáb Mar 30, 2013 7:00 pm

Día 653. Cocinas. Media noche.

Respiraba con fuerza mientras se agitaba en la cama. Afortunadamente hacía varios meses que no había vuelto a tener que obligarla a dormir con contenciones, pero quizás aquella noche no le hubiera venido mal del todo. Era una pesadilla, estaba convencida de que lo era. La habitación entera del lugar estaba llena de sangre y se podía ver a ella misa en cada esquina, en todas ellas llevaba un arma diferente desde un revolver a un cuchillo de ensartar carne. Su pequeño hermanito era una figura muy pequeña envuelta pro una gran sombra y gritaba. Las voces de su cabeza le pedía que lo hiciera, que ese no era Samuel si no un vulgar impostor que acabaría con ella si no era la morena quien lo hacía antes.
Cuando se revolvió entre sudores lo único que pudo hacer fue gritar con fuerza contra la almohada para no despertar a su compañera de cuarto. Se levantó de la cama y en cuanto puso los pies en el suelo notó que el cuerpo entero le temblaba como esas estúpidas gelatinas que les ponía los viernes con el postre. Tomó aire y respiró profundamente varias veces, aunque no notó que el ritmo de su corazón se rebajara. — En la cocina habrá leche caliente. — murmuró para el cuello de su camisón mientras de puntillas aún, buscaba en su ropa interior algo que había robado tiempo atrás. Y es que Eva había tenido que aprender a moverse por aquel hostil territorio hostil, y acabó por robarle la tarjeta magnética que abría la puerta de las habitaciones, solía ser lo suficientemente cuidadosa como para que ningún otro supiera que tenía esa pequeña ventaja.

Caminó todo el recorrido de puntillas, con los brazos cruzados y apretados sobre su torso, casi conteniendo la respiración. Notando el corazón latiendo, aún si poder evitar tener en la cabeza la imagen de su pequeño Samuel aterrorizado. — Esta vez os habéis pasado... me las pagaréis. — advirtió enrrabietada a ese mundo interior que solo ella podía entender. Cuando llegó a la cocina empujó la puerta lo más lentamente que sus finos brazos le permitían, aún así, en el silencio reinante en el lugar le movimiento pareció un ruido extremo. Y alguien más se lo había parecido, porque no estaba sola aquella noche en las cocinas.
Su primera reacción fue la de siempre, como un pequeño gato asustadizo dio un par de pasos hacia atrás y cruzó aún con más fuerza el agarre de sus brazos sobre el pecho. Después entrecerró los ojos, y fijó la mirada en aquel hombre que rondaba por allí con una normalidad extraña para ese lugar. Estaba demasiado alterada para saber si era una persona real o un producto más de su mente. Recordó que las únicas cosas reales son aquellas que ella podía tocar, así que se acercó un par de pasos y se dirigió a una de las neveras. — He tenido una pesadilla, siempre vengo aquí cuando las tengo. — genial Eva, demasiada información. Se regañó a sí misma, pellizcando uno de sus brazos. — ¿Sabes que no deberías estar aquí? — inquirió mientras abría la puerta de la nevera un búsqueda de leche. Si eso era otra pesadilla, al menos trataría de controlarlo ella esta vez.
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Mensaje por Benjamin McCreary Sáb Mar 30, 2013 7:19 pm

-Sabes que ese mismo argumento te puedo dar a ti. Si alguien nos pilla, puff, a aislamiento.

Respondió mientras se subía de un solo salto a una de las barras más libre de artículos que encontró. Le dio una mordisco a una manzana que había tomado mientras veía que era alguien inofensivo quien había entrado y se le quedó mirando.

La inspeccionó de arriba abajo al notar que la luz de la nevera la iluminaba un poco, lo suficiente para poder admirar sus formas de mujer, lo que llevaba en los pies, el color de la piel de sus piernas, la forma de su trasero, el cabello castaño, incluso la forma de sus senos mientras se movía para buscar sabía Dios qué mierdas.

No pudo evitarlo y sintió una jodida erección en ese momento que sinceramente no se molestó en evitar. Era su naturaleza y sabía que quizás la chica ya estaba enterada del mal que le aquejaba. Como él de ella. Tenía poco tiempo pero se sabía mover por los pasillos y tenía bastante buena memoria. No sabía su nombre exactamente, pero sabía que tenía esquizofrenia y que llevaba bastante tiempo ahí, mucho más que él y eso ya era bastante. Físicamente le atraía, se podía ver en su entrepierna ahora montando una casa de acampar en sus pantalones.

No era la primera vez que se topaba con alguien con esa enfermedad ni nada por el estilo, pero por ahora, su interés se centraba en las curvas que se le iluminaban por la escasa luz que había en la cocina.

¿Qué tipo de pesadillas tuviste?-preguntó curioso. Si ya estaban ahí los dos asaltando las cocinas, que al menos tuvieran una conversación para poder llegar a algún sitio. De preferencia el sitio al que Benjamin quería llegar. Le guiñó el ojo que quizás no pudo ver en la oscuridad con una doble intensión bastante descarada. Se bajó de la barra y dio un par de pasos hacia la muchacha y le sonrió.-Soy Benjamin, creo que no nos conocemos. Pero puedes decirme Ben. ¿Y tú?
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Mensaje por Eva D. Townshell Dom Mar 31, 2013 2:34 pm


Se quedó unos instantes quieta, amparada por la luz de la nevera que era lo poco que iluminaba las cocinas a esas horas. Aún temblaba por la pesadilla, pero no iba a permitirse que aquel tipo lo notara, así que procuró controlar sus nervios como procuraba controlar todo lo que pasaba en su caótica mente. Se entretuvo en buscar uno de los cartones de leche más alejados, al fondo del lugar allí donde no fuera demasiado descarado notar que algo falta. Asomó sus ojos oscuros por la puerta, desde hacía más de un año no había pisado la sala de aislamiento y lo agradecía tantísimo, porque ese lugar era peor y mucho más real que cualquiera de sus pesadillas. — Nunca hay demasiada guardia en las cocinas, así que si permanecemos calladitos... — frenó, de nuevo había dado más información de la que debía, no tenía ni idea de quien era ese tipo ni de si iba a darle por comentar sus excursiones con alguno de los doctores.
Volvió a examinarlo con la mirada, ya no solo para tratar de descubrir si era real o no, si no preguntándose qué tipo de interno sería. No pasó por alto el bulto en sus pantalones, estaba ya acostumbrada a varios internos con esa enfermedad, así que procuraba no darle más importancia de la que debía. Cerró la nevera de un golpe y acercó el cartón de leche a sus labios para dar un pequeño trago. Luego lo señaló con él. — Tal vez esperabas a alguien. — comentó en a penas un susurro, por la emoción que parecía sentir el chico en aquellos momentos.

A pesar de todo decidió en un instante que lo mejor en aquellos momentos era la naturalidad. Tal vez aún estuviera dormida y estaba tan acostumbrada aquellas excursiones que no podía diferenciarlo. Sin medir demasiado las distancias subió de un pequeño salto a la encimera donde se encontraba él, no era tan tonta como para no evidenciar que si le tocaba sin más lo tomaría como una invitación a algo a lo que ella no solía estar demasiado dispuesta. Cruzó las piernas para evitar que el camisón mostrar nada más allá de lo debido y frunció los labios en una línea tensa durante un largo rato. No, no le iba a dar detalles de su pesadilla. — Una sangrienta. — se limitó a decir, mientras se esforzaba por examinar en sus recuerdos si alguna vez le había hecho daño a su hermano Samuel... no, a Samuel jamás podría dañarle por mucho que su cabeza se lo gritara. — Ben. Eva... — se mordió la lengua, Eva como el pecado original.¿Quieres? — le ofreció el cartón de leche, aunque su única intención era tocar su mano, su textura y averiguar si realmente aquel Ben estaba allí.
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Mensaje por Benjamin McCreary Lun Abr 01, 2013 1:18 am

-Eva, Eva, Eva….bonito nombre.-repitió su nombre como un mantra. Estaba acostumbrado a hacerlo, de esa forma no olvidaba los rostros de las chicas con quienes se acostaba o porque simplemente se le había hecho una costumbre. Ya no sabía qué opción era. Curiosamente también había pensado lo mismo que Eva, sobre el pecado original. Aquello le había dado más morbo aún y sentía que la erección entre sus piernas crecía un poco más.

Respiró hondo y miró a la chica. ¿Una pesadilla sangrienta? Vaya, eso ha de ser terrible cuando se tiene ese tipo de enfermedades. Benjamin se sentía agradecido de que él solamente estuviera ahí internado por su adicción al sexo y no por algo más como eso. Eso de ver gente que no está o sentir que alguien te persigue siempre no ha de ser divertido, sino todo lo contrario. Claro que si llevas ya mucho tiempo ahí, quizás comiences a ver cosas que no estén ahí.

Volvió a sentarse sobre la barra y sonrió cuando Eva se sentaba junto a él y dirigió la mirada a sus piernas y sintió ansia de no poder tocarla en ese momento. No era un salvaje a pesar de todo. Respiró hondo y miró el cartón de leche que le ofrecía la muchacha. Lo tomó con cuidado de que no cayera y rozó un poco la tersa piel de su mano. Sintió un escalofrío en la espina. Se tronó el cuello y le dio un sorbo al cartón de leche y luego la devolvió. Le ofreció una manzana también a ella.-No estaba esperando a nadie. La verdad es que aquí vengo cuando no voy a los jardines.

Respondió de forma honesta aunque omitió el detalle de que iba a desfogarse solo en plena luz de la luna a la vista de casi todos. A veces sentía que el exhibicionismo le iba bastante bien porque le producía mucho morbo y lo calentaba demasiado. Se encogió de hombros aunque más bien para él mismo que para alguien más.

-¿Puedo hacerte una pregunta?-comenzó, después de terminar de masticar el mordisco de manzana que se había llevado a la boca. No estaba muy seguro si le contestaría pero como quiera lanzó la pregunta antes de que pudiera decirle que no.-¿Cómo distingues a alguien real de una alucinación?

Lanzó sin más esperando que no lo odiara o que lo cacheteara o algo por el estilo. Era una pregunta inocente que le daba mucha curiosidad y que le serviría un poco si algún día se encontraba con Eva en los pasillos o algo así. Además, podría servirle para hacerle ver que no era una alucinación o algo así.

-Te juro que soy inofensivo, solo estoy aquí por el sexo.-terminó por aclarar un poco las cosas, solo por si a caso.
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Mensaje por Eva D. Townshell Mar Abr 02, 2013 8:07 am


Se encogió de hombros, su nombre nunca le había parecido nada especial, como casi el resto de ella misma así que no tenía nada qué decir sobre ello. Salvo que acertado era, porque el caos que llevaba dentro le hacía quedar a la misma mala altura que aquella famosa primera mujer de la historia de la Biblia.
Sintió la mirada larga de Benjamin, probablemente estaría tratando de averiguar hasta que punto podía estar loca, así que bajó la mirada a sus pies descalzos que se movía sobre el aire por la altura de la encimera en la que estaba sentada. No había sacado las zapatillas de su cuarto con el fin de hacer el menor ruido posible. Mantuvo la mirada en sus pies como si fueran lo más interesante del mundo, no quería recordar la pesadilla nunca más, de hecho de no ser ya noche cerrada y de no saber los problemas que aquello le traería hubiera tratado de llamar a casa para hablar con Sam. Al final acabó por levantar la mirada para ofrecerle el cartón de leche, aún teniendo consigo las dudas de si Ben estaba realmente allí.

Cuando sintió el roce de la piel cálida de Ben en su mano no supo si debía relajarse porque su cabeza no le estuviera jugando una enésima mala pasada o preocuparse porque estaba en penumbra con un desconocido que tenía literalmente el alma entre los pantalones. Acabó por morderse el labio y levantarse suavemente de la encimera dejando allí la leche. Ahora tenía entre las manos la manzana que el muchacho le había ofrecido a la que le dio un pequeño mordisco. — Mejor, no me me hubiera gustado interrumpir nada. — la oscuridad reinante era probable que camuflara lo suficiente lo sonrojada que estaría en aquellos momentos, volviendo a mirar sus pies para no centrar su atención en las cosas equivocadas.
No supo cuanto tiempo pasó si dirigirle la mirada a otras cosas que no fueran sus pies o la manzana que sostenía entre las manos. Hasta que oyó aquella petición. Inmediatamente se puso tensa, porque sabía que la pregunta iría directamente a las cosas que sucedían en su cabeza, casi hasta sonrió cuando lo escuchó aunque un par de segundos después estaba seria y con esa mirada triste y lejana tan típica en ella. — La mayoría del tiempo no estoy segura de nada... pero desde hace años aprendí algo - casi sin darse cuenta había empezado a susurrar como el que confiesa uno de los secretos mejor guardados, los médicos le habían dicho que no debía ir tocando a otros pacientes porque podía meterse en problemas, pero los médicos no tenían ni idea de cómo era vivir así allí. - mi mente puede engañarme con olores, formas, imágenes y hasta sabores - se estremeció un poco al recordar el sabor a sangre que inundaba la pesadilla que le había hecho llegar hasta las cocinas. - pero si puedo tocar algo, es que es real, es que está allí. El tacto es algo que no se puede fingir o construir de la nada. — lo había explicado con tal intensidad que al terminar resultó curioso que lo único que hiciera fuera encogerse de hombros.

Dio un par de pasos acercándose a Ben, pero aún manteniendo una distancia. Negó con la cabeza y alguno de sus rizos morenos se descolocaron destapando sus hombros solo cubiertos por los tirantes del camisón. — ¿Crees que después de dos años aquí me fío de lo que diga una ficha médica? — preguntó, podía haber sonado borde o irónica de no ser porque Eva tenía la mala costumbre de hablar con una sinceridad pasmosa.
Se quedó allí quieta y entonces la curiosidad la embargó a ella como siempre, quizás también tenía derecho a hacer alguna pregunta. — ¿Puedo preguntarte yo a ti como es no sentirse nunca satisfecho? — no es que ella fuera repleta y feliz, pero al menos no tenía esa ansiedad constante, cosa de la que se alegraba porque sería ya lo último que le faltaba.
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Mensaje por Benjamin McCreary Mar Abr 02, 2013 5:57 pm

Por un momento creyó que Eva iba a golpearlo o algo por preguntarle algo como eso. Sin embargo, recibió una respuesta… escueta, pero respuesta al fin y al cabo. La escuchaba con atención y le parecía curioso como empezaba a susurrar de un momento a otro, como si temiera que alguien fuera a escucharla a pesar de saber que solamente estaban ellos dos. Y ¿qué o quien le aseguraba a Benjamin que Eva no creía que él fuera una alucinación?

¿El tacto? Joder, ojalá no le hubiera dicho eso. Ahora solo pensaba en tocarla para que supiera que él es real. Ese roce con su tersa piel no había sido para nada suficiente y para Benjamin, ese tipo de cosas jamás eran suficientes. Tan solo bastaba con un roce de alguna persona, fuera hombre o mujer, que le hiciera imaginarse todo tipo de cosas con connotaciones sexuales, por supuesto, incluso con niñas que parecían tan inocentes por fuera y que se sintieran tan indefensas pero que seguramente podrían arrancarte un ojo con las uñas.

-Puedes creerme o no, yo te digo la verdad, además, se me da pésimo mentir. Así que no lo hago.

Se encogió de hombros y asintió son decir mucho sobre la situación de Eva y no le tomó por sorpresa que ella también le preguntara algo sobre su “enfermedad”. ¿Cómo se sentía? Bueno, a veces pensaba que era un jodido vampiro vegetariano que se había hecho así a la fuerza y que siempre ansiaba la sangre humana, a pesar de “saciarse” con un gran oso pardo. Era complicado explicarlo pues nunca le habían preguntado tan directo, pero a veces sentía como si tuviera síndrome de abstinencia e imaginaba bebés reptando por el techo, como Baby Dawn en Trainspotting. No, mentira, no imaginaba esas cosas pero podría hacerlo.

Respiró hondo y le dio otro mordisco a su manzana. Terminó de masticar y se mordió el labio. -Bueno, imagina a un vampiro… lo siento, es la única forma en que puedo explicarlo casi con precisión….-se puso frente a Emma, admirando el contorno de sus senos en la oscuridad, cubiertos por esa indefensa y raída tela que solamente le estorbaba-Básicamente me siento como Lestat después de salir del pantano cuando se suponía que lo habían asesinado. Ya sabes, el de la película de “Entrevista con el Vampiro” ¿La has visto? No sé si me explico…

Volvió a respirar hondo y se encogió de hombros, de la misma forma en que Eva lo hacía. Quizás no entendiera su referencia pero ya habría tiempo de que se lo explicara. Por el momento, tenía que ser honesto con ella así como ella lo había sido con él. Como había dicho antes, no mentía y se le daba pésimo. Él pedía lo mismo así que consideraba que eso era algo bueno para darle a los demás. O todos coludos o todos rabones, como decía su madre.

-Por ejemplo, ahora mismo me siento así, podrás darte cuenta. Me gustaría follarte y todo, pero no hago las cosas sin que me lo permitan. Así que soy como un vampiro con un humano que no puede comerse. Pero me gustaría tocarte, para que supieras que soy real.

No hizo nada atrevido, claro que no. Simplemente le ofreció su mano, abierta y extendida para que ella le pasara el dedo por encima, la mano entera o se lo follara también a él, le daba igual, quería tocarla, era una necesidad malsana que era contradictoria porque al mismo tiempo lo haría querer más y no todas le decían que si. No sabía si Eva le diría que si o si lo mandaría a la mierda.
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Mensaje por Eva D. Townshell Jue Abr 04, 2013 7:05 am


El sonido de siempre, el de los ecos de su cabeza la entretuvo en segundo, las voces había aparecido tras la pesadilla para atormentarla. En aquel momento frente a Benjamin, le gritaban que era una estúpida por hablar tanto, que si acaso se había olvidado quienes habían estado siempre ahí y en quienes debía confiar. Estaba distraída, con los ojos entrecerrados, algo que quizás no se notaba demasiado por la penumbra del lugar. Tuvo que llevar las palmas de sus manos a los oídos y apretar por unos instantes para centrarse en lo que que tenía delante. Lo que tienes delante suele ser lo real o ¿no era así?
Suspiró largamente y por fin logró encontrarse de nuevo con los ojos de Ben. — Yo tampoco sé mentir. — reconoció, ni tampoco ocultar, porque si se preocupara de lo que pensara sobre su enfermedad no habría dejado que viera como trataba de acallar a las voces. Tan acostumbrada a ello, ya no le daba importancia, ella sabía qué estaba loca pero también era la única que sabía cuales eran las reglas de aquel juego en su cabeza.

Se quedó mirando al hombre muy atenta a la explicación que el daba. Claro que había visto esas películas e incluso había llegado a pensar antes de todo que quizás ella era uno de esos seres de otra naturaleza y por eso podía oír y ver las cosas que oía y venía. Se limitó a asentir levemente, como dando a entender que aquella explicación la entendía y le valía.
La única ansiedad que ella sentía a veces era la necesidad de que las voces pararan, pero tras varios años de pastillas se a dio cuenta de que le asustaba mucho más la soledad que sentía si no las tenía en su cabeza. Por eso decidió tratar de evitar la medicación siempre que pudiera, estúpido ¿verdad?

Abrió sus orbes un poquito más, sin evitar el hecho de poder mirar el epicentro de los pantalones de Ben. No estaba acostumbrada a que nadie le dijera cosas así, por lo que tuvo que apartar la mirada y quedarse mirando sus pies descalzos sobre el frío suelo de la cocina. Tenía tantísima confusión con el tema del sexo, hasta el punto de que lo que había ocurrido los dos años antes de su ingreso permanente en aquel lugar era un enorme borrón de caos en el que era incapaz de distinguir qué había ocurrido realmente y qué lo había hecho solo dentro de su cabeza. — No sé que decir a eso. — contestó lo más sinceramente que pudo, mientras levantaba de nuevo la cabeza para mirar a su acompañante.
¿Le ofrecía su mano?, la morena no pudo evitar el pensar "¿y después qué?" y pese a que lo suponía dio un paso hacia delante como si las voces le gritaban que solo sabría como eran las cosas si las probaba. Así que procurando mirar a cualquier parte menos la evidente se acercó paseando la yema de su dedo índice por la palma de la mano de Ben, poco a poco fue añadiendo el resto de dedos de su mano, sin saber por qué. Quizás hacía demasiado tiempo que no tocaba a nadie o que nadie la tocaba. — Real. — murmuró, volviendo a mirar a los ojos al muchacho.
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