{Wendolyn} Heidi Mlekuc.

• Nombre Completo: Wendolyn Heidi Mlekuc Fuchs.
  
• Apodos: Tiene muchos apodos que nunca nombran cuando está presente.
  
• Edad: Diecinueve.
  
• Lugar y Fecha de Nacimiento: Münich, Alemania, 14 de Noviembre.
  
• Orientación Sexual: Heterosexual.
  
• Enfermedad: Depresión.
  

Una chica compleja, pero a la vez sencilla. Nunca llegarás a saber nada de ella más que lo que demuestra a simple vista. Borde. Muchos la etiquetan de esa manera, pero realmente no conocen nada sobre ella, ni de su vida, ni de su pasado. Tiene el alma encadenada a un cuerpo lleno de cicatrices de un pasado que pretende olvidar, que alberga inconsciencia y ganas de reventarse los puños contra las piedras. Es el jodido destino el que nos impulsa a interactuar con otros seres como nosotros, y es el mismo el que día tras día te pone a Heidi delante de tus narices. No le importa lo que los demás piensen, digan u opinen de ella, pero si te tiene que partir la cara a puñetazos, no dudará en hacerlo. Se ha librado de la muerte unas cuantas veces y ni siquiera parece afectarle. Ha encontrado su hueco dentro del caos; ese caos que ahora parece habitar dentro de su corazón destronado y hecho tan solo para bombear sangre a sus instintos más básicos. Día tras día se supera, da un salto hacia el vacío y corre a por aquello que le han arrebatado. Que tenga cuidado, porque de odio se vive, pero de odio, también se muere.

Si se obsesiona es de manera enfermiza, si odia es hasta la locura, y si ama... si ama entonces estás perdido. Porque ella cree que no puede amar, pero lo cierto es que si se odia, se ama. No te enamores de ella. Ella no está hecha para nadie que tenga corazón. No sientas lástima por ella porque ella te odiará si lo haces. Vete, huye lo más lejos que puedas y no dejes que te atrape. Tenle miedo, porque aunque no lo tengas, ella hará que tu subconsciente te contrarie y se rebele. Ahora es dueña de su propio destino. Juega a anotar el último tanto del partido, a tener la última palabra, a acusar al sospechoso con el dedo y a mirar hacia un lado cuando la miran de frente a ella. Pasaría desapercibida si no se contemplasen en sus facciones angelicales rastros de benevolencia y lealtad. Se pasea por la vida haciendo creer a la gente que para nada es nociva, que no será esa piedrecita molesta en tu zapato que no te deja ni caminar. Pero la gente está confundida, y es esa justamente la parte más importante de su engaño.

Sin embargo, con todo y con éso Heidi es una chica brillante. De ingenio rápido y creatividad rebosante a borbotones, el motivo de su sufrimiento es de igual manera su mayor cualidad. Aprovecha todo cuanto tengas. Su aliado es la libreta vieja con portada de cuero que siempre esconde bajo el brazo. Cuando tiene demasiado peso encima y está pasando por una crisis, en lugar de pedir la pastilla se dedica a escribir como si le fuera la vida en ello, no importa si incluso se disloca la muñeca. Escribir historias es su terapia. Desde las más tristes hasta las más extravagantes, en esa libreta puedes encontrarte mil y un mundos todos igual de complejos y diferentes, todos con un punto en común. La sombra. Novelas de misterio y de terror, hechos reales pasados a papel.

La llaman Heidi porque Wendolyn está prohibido. Una mala terapia que un médico de cabecera barato no escatimó en los errores al ponerla en práctica. Concentra todo tu miedo en una palabra. Así podrás esconderlo ahí cuando quieras. Será nuestra palabra tabú, tuya y mía. Para siempre. Ni siquiera susurres Wendolyn. Si llega a sus oídos, la lanzas de una patada al precipicio, y es muy difícil subir desde el fondo, tan sombrío y sin final. Un vacío eterno del que emerger es toda una proeza. ¿Quién decía que lo peor en el mundo era el miedo a las alturas? Si fueras un náufrago que viviera en el último piso de un rascacielos porque el resto del mundo está sumergido en agua hasta la planta 93, ya podrías pedir un avión con el que escapar muy, muy alto. Porque nadar seguramente está descartado. ¿Quién sabe lo que habrá ahí?

Heridas por todo el cuerpo. Moratones en el abdomen a causa de una que otra pelea, cicatrices en las muñecas de cortarse. Una esvástica nazi en la nuca, de la Alemania nazi, para muchos, un placer llevarla, pero para ella no. Numerables pecas en la cara, de ahí su apodo de "pecosa". De estatura media, un metro sesenta y cinco, ni más ni menos. Delgada pero atlética. Su cabello le cae por la espalda como si de una cascada se tratase, sedoso, fino y castaño. De piel bronceada y suave. Cintura pequeña que le ha ganado también el apodo de "duendecillo". Ojos de un color entre verde, marrón y azúl, muy raros, al igual que ella. Sin embargo, basta observarla cuando habla o tan solo su mirada sarcástica y mordaz, eso puede decírtelo todo y hacerte dejar de creer que es con una niñita con la que estas tratando. De hecho, ¿Quién dijo que lo fuera?
El ser humano es tan complejo, que si empezamos ha hablar de las cosas que diferencian a Heidi de el resto de las personas, nunca acabariamos.

Nacida en Münich hace veinte largos años. Hija pequeña, por minutos, del matrimonio de Càrstën y Dâgna, sus padres. Él, dueño de un taller mecánico y encargado de sustentar a la familia, y ella, ama de casa y encargada de la crianza de sus hijos. Una familia clásica, algo pobre, pero educada en el amor y la fraternidad de la familia.

Heidi desarrolló un carácter algo distinto al de su hermana. Mientras Vôe era mucho más dócil y más fácil de doblegar, ella era un alma inquieta que continuamente estaba metiéndose en líos. Era lógico que los que se situaban alrededor suya pensaran que la que triunfaría en la vida sería precisamente Vôe, la más avispado de las dos, pero nunca tuvieron en mente los caprichos del destino y la crueldad con el que este suele azotar a las personas.

A la edad de seis años, se llevó el palo más grande de su vida, su madre la abandonó a ella y a su padre llevandose a Vôe con ella. Heidi empezó a cortarse desde ahí, se juntaba con los chicos de su barrio, lo que la mal influenció comportandose de manera más rebelde, incluso se metía en peleas. Un alma joven, rebelde, y libre.

La Alemania nazi siempre ha sido conocida, y más por su cantidad de bandas callejeras que te puedes encontrar. Por cosas del destino ella terminó metida en una a sus catorce años, apenas era todavía una niña, una niña que estaba aprendiendo cosas de la vida que jamás habría imaginado. A los quince se ganó el tatuaje de la esvástica nazi y se lo tatuaron en la nuca. Para los demás era un orgullo llevar ese símbolo marcado en la piel, para ella nunca lo fue. No hará mucho tiempo de esto, cerca de dos años. Una noche más, una aventura más. Pero aquella noche fue diferente, a ella y sus compañeros se les fue el asunto de las manos, unas cuantas bebidas de más y droga metida por el cuerpo. Apenas lo recuerda, pero lo único que sabe es que ella fue quien se cargó a aquel pobre chaval. El claro recuerdo de sus manos llenas de sangre que goteaba sobre el suelo y su mirada perdida la atormentan todavía por las noches.

Dos meses atras, vió con sus propios ojos como mataban a su padre, ella no pudo hacer nada, se quedó quieta, y se culpa de eso, piensa que si hubiese reaccionado su padre no estaría muerto, ni ella tendría que estar aquí encerrada, su depresión fué aumentando poco a poco, llegaba a autolesionarse, y ahora, la han encerrado aquí.

x B. Càrstën Mlekuc. Padre, 57 años. Dueño de un taller mecánico. Muerto.
x I. Dâgna Fuchs. Madre, 53 años. Ama de casa. Desaparecida.
x F. Vôe Mlekuc. Hermana melliza, 19 años. Mayor que ella por minutos. Desaparecida.

Su libreta de cuero donde escribe. Nunca la toques, que te muerde la mano, literalmente. Una foto de ella y su padre, cuando ella tenía trece años. Un collar con un deje de libélula que siempre lleva con ella por algún motivo que desconoce.

Aún conserva su virginidad, y no le importa lo que piensen respecto a eso. Estuvo un año sin dar señales de vida, cuando en realidad estaba con su mejor amigo, que quería abusar de ella, posiblemente violarla. Es vegetariana.