Something to do [B.Z.]

Something to do

○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

Se miraba en el pequeño espejo de la habitación. Ni ese sucio hospital podía resquebrajar un poco de su belleza, pensaba. Esas cuatro paredes, médicos y enfermeros a todas horas diciéndole lo que tenía o no que hacer, los calmantes y diferentes remedios no habían hecho mella en ella. Quizás estaba un poco más pálida, sin llevar su característico bronceado. Los maquillajes y peinados elaborados no la embellecían hace un año entero. Mira su reflejo y una sonrisa asoma su rostro, ella no estaba loca, claro que no, y nadie la iba a convencer de lo contrario con palabras bonitas sobre "no tener sexo a todo momento" o esa mierda de "la droga hace mal". Podía entender lo de esos enfermos depresivos o las que se metían los dedos en la garganta para vomitar... enfermas. ¿Pero ella? ¿Ella? Si quería abrir sus piernas o inyectarse era su problema, pero no, a su padre le gustaba pagar a incompetentes que usaban palabras difíciles. Palabras que tenían como fin hacerle creer a sus padres que ella tenía un gran problema o que tenía que quedarse más. Como sí estar allí fuera muy diferente. El sexo y la droga era moneda corriente en ese lugar y Keira no se quedaba afuera de ninguno de los dos.

Toca sus muslos sobre el camisón blanco, pasa las manos por debajo de éste y acaricia despacio la piel de sus piernas. Hacia más de dos días que no había estado íntimamente con alguien, un récord en este punto. Quizás había sido porque había estado sedada luego de haber sido vista en una situación algo... ¿cómo habían dicho? Ah, si, indecente con dos pacientes en su propia habitación. Sus manos siguen subiendo y se le eriza la piel, de sus labios sale un suspiro y se deja caer a la cama. No podía estar mucho tiempo sin tocar esa zona de su anatomía, pero mierda, era normal, natural y que unos viejos que no tienen suficiente sexo en su vida vengan a decir que es una puta enfermedad... Arggh, la enervaba. Su mano acaricia por sobre sus bragas, sus dedos se posan en el lugar en dónde su clítoris se endurecía más y más notando como sus pequeñas y blancas bragas se humedecían a cada toque.

Suspira, eso no era lo mismo que una buena... Si, eso, lo necesitaba. No estaba hace un año ahí para nada, ya sabía como eso funcionaba. El horarios de visitas de enfermeros, las rondas de la seguridad y cuando venían los psicólogos. Y en ese momento no vendrían, al menos no por un buen rato. Rato suficiente para que ese calor en el vientre explotara en un buen, buen orgasmo.

Se para de un salto. Se saca sus bragas y el sostén poniéndolos debajo de su almohada, como siempre. Sale de la habitación antes de mirar para los dos lados varias veces, cerrando la puerta con suavidad. El camino se lo sabía de memoria.

Abre la puerta de los baños de hombres y antes de entrar se saca el camisón, entrando desnuda a la sala. Se mira en los espejos desnuda con una sonrisa de suficiencia en el rostro, toma uno de sus pezones en sus manos y lo retuerce. Se endurecen e irguen. Suspira satisfecha.

Sólo faltaba atraer a la presa.

Solía ser algo fácil, siempre estaban ahí, al acecho. Creyendo que ella sería la víctima sin saber que ella los usaba para el mismo fin, satisfacer sus necesidades. El agua de la ducha corre por su espalda y moja sus cabellos. Keira comienza a cantar una canción bastante idiota a decir verdad, podía haberla escuchado en algún show infantil o mismo en su infancia. La cantaba alto, y movía sus caderas. Sus ojos cerrados y manos en sus senos. Las estrategias siempre cambiaban, sino aburrían, pero siempre eran iguales de efectivas. Sólo esperaba que este fuera uno de los que follaba bien.

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Un nuevo atardecer abría paso y con él, el fin de otro día más allí encerrado, y ya iban 37, los contaba aunque no sirviera para nada más que para amargarse a sí mismo. El hospital para locos era una cosa bastante diferente a la cárcel. Era irónico pero el tiempo que pasó en prisión era más libre que el aquel lugar para dementes. Estar rodeado de locos haciendo tonterías todo el día le resultaba estúpido, tíos que hablaban consigo mismos, gente que no probaba las asquerosas comidas o suicidas reincidentes que lo único en lo que invertían los días era en pensar como autolesionarse una vez más. Björn no era como ellos. Björn era único.

Reposaba en su cama, allí se había pasado toda la tarde dibujando en su cuaderno cosas que salían de su propia imaginación, resultados de obras totalmente fantasiosas. Esperaba la hora de cenar y una nueva ración de medicación, no había mucho más que hacer allí, todos los días eran iguales. Pero ese día le apetecía hacer algo diferente, ése era el momento indicado, justo cuando la alarma de su reloj de muñeca sonó. Ya lo tenía controlado, era el momento en el que los efectos de la medicación desaparecían, aunque no tenía mucho tiempo, pues tras la cena harían recuento y le buscarían para obligarle a medicarse. El único momento del día en el que se sentía completamente él mismo y todas las partes de su cuerpo se activaban, por así decirlo.

Esto no era una tontería, tenía que encontrar a la persona adecuada porque de meter la pata volvería a la zona de aislamiento en plan vegetal.
Sin desperdiciar un segundo más, el sueco salió de su habitación, ataviado con una camiseta blanca de tirantes, que dejaba al aire sus trabajados brazos y adivinaba unos definidos pectorales y abdominales bajo esta, los pantalones que le habían dado en aquel lugar y unas zapatillas viejas. Björn iba camino del baño, antes de buscar un objetivo, necesitaba refrescarse, de modo que darse una ducha de agua fría era lo mejor que podía hacer.

Allí tenía su taquilla, la 143, la cual abrió y rebuscó entre sus cosas la toalla y los jabones indicados además de las chancletas, que se puso de inmediato. Escuchaba el ruido del agua caer, alguien más se estaba duchando, hasta ahora nada fuera de lo normal, algún loco al que como a Björn le había dado por arreglarse justo antes de la cena. Ni siquiera se había parado a ver en quien estaba por allí y tampoco tenía demasiado ángulo como para identificar de quien se trataba. El chico se desnudó y caminó hacia la ducha con la toalla blanca en su cintura y en su mano los champús, bote que dejó caer en cuanto vio algo que posiblemente, era lo último que esperaba encontrar en unos baños exclusivamente para hombres.

Ella estaba allí como si nada, 'duchándose' tan tranquila. Björn no acertó a ver si la chica se había percatado de su presencia o prefería hacerse la loca, nunca mejor dicho porque extrañamente había apartado la mirada y se encontraba de espaldas a su inesperada acompañante. Iba con una idea clara de lo que hacer esa noche pero curiosamente algo dentro de la cabeza se lo impedía. Puto doctor Rivers, ya le había confundido con sus estúpidas palabras y en esos momentos dudaba, cosa que nunca jamás había hecho. No, eso no podía ser solo por las palabras de un capullo con corbata, tenía que haber algo más ¿la medicación? a saber...

-Me parece que te has equivocado de baños... y de pabellón, vamos, que estás en la zona de tíos-. Hablaba alto, haciendo que su voz sonara por encima del ruido de la ducha. La tentación de girar a mirar y empotrarla contra la pared aumentaba a medida que pasaban los segundos, ¿y si era una trampa? normalmente las cosas no eran tan fáciles y aquí la gente era muy retorcida. Debía ser listo y saber esperar por una vez, hacer como si aquello fuese una situación cotidiana.
Björn cogió una toalla que había doblada en uno de los bancos y se la llevó a la chica, extendiendo su brazo hacia ella con la mirada en el suelo, unicamente mirando sus pies. -Será mejor que te vayas antes de que te empiecen a buscar por tu ala-. Se mordió el labio, esperando que la chica aceptara aquella sugerencia que casi sonaba a súplica. En el fondo lo hacía por su bien, no le gustaría tener un nuevo recuerdo traumático en su vida, seguramente tendría más, como muchos de los que estaban aquí.

Keira A. Baüer ↔ Baños ↔ Tarde

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○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

El hospital no era un lugar profesional ni mucho menos, al menos no del todo. Tenía certeza de que los únicos quienes no habían dado el brazo a torcer eran los señores con título que creían que haber ido a la universidad lo hacia intocable. Pero al contrario, muchos enfermeros o del servicio de limpieza eran más volubles, más "tocables". En el sentido totalmente literal de la palabra, totalmente. Ya había perdido la cuenta de cuanta veces había abierto las piernas o inclinado sobre una mesa para ser arremetida por esos a los que le importaba una mierda su salud. Arremetida. Una. Dos. Tres veces. Y quería más, no se saciaba. Era algo más fuerte que ella. Algo que la dominaba, la única cosa. Era su especie de droga personal, la que no se escondía en su bata de salir de cama, ni entre los pliegues de su almohada. Esta droga estaba disponible todo el tiempo, a todo lugar. Sólo debía separar sus rodillas, y eso era muy fácil.

"Puta, puta, ¡puta!"

Reía y asentía, moviendo más sus caderas. Ese insulto con una buena jalada de cabello, o una nalgada la llevaban a un tipo de Nirvana. Uno extraño, de sudor y humedad. Estaba hecha para ese tipo de sexo, uno que no contemplaba límites ni formas, uno que se descubría cuando las caderas de su posible acompañante golpeaba de lleno du trasero, o cuando su garganta de quejaba en pequeños sollozos por la impertinente entrada y salida de miembros. Era una mujer fácil, pero era lo que quería. No quería demostrarse a sí misma su potencial como mujer o ninguna estupidez, no, eso ya lo sabía. Sólo quería satisfacer su latente necesidad.

Su canto se hace más bajo al escuchar que alguien entraba al baño. Sonríe de lado. Puta. Presa, víctima. Ya estaban en la misma habitación y sólo faltaba el acto de alguno de los dos para que se concretara. Y como vio que los segundos pasaban y todavía no estaba apretada por un cuerpo contra la pared de la ducha... Supo que ella debería ser la que diera el primer paso. De todas formas estaba acostumbrada, siempre hubo los típicos "pero deberías curarte" o "no te hace bien", pero nunca servía. No lo hacían ya que a los dos segundos tenía su rostro entre sus piernas. Y volvería a funcionar.

Reconoció el acento antes de que siquiera terminara la frase. Estaba hace un mes allí, más o menos. Un diamante en bruto del que ella iba a sacar brillo. Sabía las cosas que le iban y un poco de actuación en esa parte del día la divertiría. "No... por favor, no..." Ríe entre dientes y lame sus labios mojados. Cierra el grifo de agua y abre la cortina de la ducha. No se había equivocado, era él. Pero... ¿qué mierdas estaba haciendo? ¿Dándole una estúpida toalla? No entendía nada. Casi lo mira mal por ello, pero se tranquiliza, no sería tan difícil volverlo "racional" y que se abalance contra ella.

Cruza sus brazos sobre su pecho, fingiendo querer taparse al estar expuesta a la vista de cualquiera que entrara en la habitación. "Björn" le dice mirándolo inocentemente, de todas formas ya no tenía nada que perder. ¿Más medicamentos? ¡Uf! Se haría inmune a ese ritmo. "Qué amable de tu parte" toma la toalla y la enrolla en sus cabellos para que comenzarán a secarse.

Parecía bastante decidido a hacer que se vaya. Un mes en ese lugar y ya no era el chico que una vez había visto en uno de los almuerzos grupales. Mierda, creía que una a disfrutarlo por más tiempo. Si se ponía en ese plan, no podía tenerlo en su lista de posibles polvos. "Gracias por la advertencia. Debe ser que más de un año en este hospital no alcanzaron para... ¿cómo? Ah, no confundir las alas" Sale de la ducha, rozándolo, para acercarse a su oído. "Siempre me han comentado sobre los hombres viriles que hay aquí. ¿Ves alguno?" algunas veces el truco más sencillo funcionaba con los hombres, y el cuestionar sobre la utilización de la carne entre sus piernas, era uno.

Camina con lentitud hacia los lavabos para agachar su cabeza queriendo tomar agua de uno de los grifos. La toalla de su cabello cae al piso, liberando sus cabellos sobre su espalda, las puntas de esto seguían chorreando agua que caía por su piel. Sin mirar atrás, se inclina para tomar la toalla caída con sus manos, dejando las piernas extendidas, viejo truco. Bajo y carnal. El juego comenzaba.

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La chica había tomado la toalla que Björn le ofrecía, pero no para cubrir su cuerpo como el pensaba, sino su cabello. Ahora sí, el muchacho sueco alzó la vista cuando notó como ella le daba la espalda y se atrevió a mirar, su voz la delataba y ese cuerpo...también. La recordaba, como no recordar a una chica así, se llamaba Keira y ya habían cruzado varias palabras en distintos temas de conversación, y uno de ellos, era de un gusto que tenían los dos en común, el sexo. La cosa empezaba a ponerse interesante, pero a Björn le gustaba mucho jugar y sabía que esa chica no le iba a permitir marcharse así sin más, ella no era como el resto, que se escapaban corriendo del miedo que tenían por lo que pudiera pasar, ella estaba aquí, pidiendo guerra y la iba a encontrar, pero tiempo al tiempo.

-¿Hombres viriles? sí, claro, puedes pasarte por el pasillo de los criminales, allí todos están desesperados, aunque desesperado no es sinónimo de que sea el polvazo de tu vida, ni de que tengan la polla como la de un caballo-. Björn se mantenía impasible ante los gestos de la chica y esos susurros en su oreja, cuando quería podía hacer sufrir a sus 'víctimas' era lo que más le gustaba, verlas desesperadas y con Keira había que actuar justo al contrario que con el resto. Sufriría, claro que sufriría.

Ya se atrevía a mirar con detenimiento cada parte del cuerpo de la chica, todos y cada uno de los detalles que le permitía su vista al estar de espaldas a él, y se relamió, poniendo su típica pose seductora, aunque esta no pudiera verla, lo hacía casi sin darse cuenta. Björn suspiró cuando la toalla de la chica calló y sus cabellos quedaron al aire, pero no era nada en comparación a cuando la vio agacharse, este dio un par de pasos hacia ella y giró la cabeza mientras pasaba la lengua por sus labios.
Sí, Keira era la típica puta que tenía todo un repertorio de trucos y artimañas para saber como hacer que un hombre se descontrolara, sin embargo Björn trataba de mantener fría su cabeza, lástima que sus órganos tomasen el control y una rápida erección lo delatara bajo esa toalla blanca que aún llevaba. Empezaba a sudar y ahora más que nunca necesitaba esa ducha de agua fría.

El muchacho se dio la vuelta con una sonrisa pícara en sus labios y caminó de nuevo hacia las duchas. -Espero que encuentres a un hombre que te llene todo ese precioso culito y te tape la boca. Nos vemos-. A punto estuvo de soltar una carcajada, no sabía la cara que habría puesto pero seguramente no era lo que ella esperaba. Björn se quitó la toalla y la dejó en uno de los percheros próximos a la ducha, allí entró y dio la llave de agua fría para meterse de inmediato, pasando sus manos por el pelo, despeinándolo aún más y después miró su entrepierna, que estaba en modo activada y la cual empezó a acariciar.
A muchas de sus 'victimas' las había matado por la dureza con la que practicaba el sexo, a parte de porque se resistían en cuanto veían el tamaño de su entrepierna y las heridas internas que les provocaba al no estar acostumbradas, sin embargo con aquella chica que estaba en la misma sala en esos momentos, sabía que no sería así, como buena puta que era, estaría acostumbrada a todo.

Un mes allí y era la primera vez que se veía en una situación así, porque todavía no había tenido la oportunidad de encontrarse con una chica 'receptiva' a sus peticiones y Keira era la más cercana a eso. Si empezaban a entenderse, podría ser un chollo coincidir con ella más de una vez en las duchas, en las habitaciones, en los jardines, en la cocina... cualquier sitio era bueno y todavía le quedaban muchos por explorar en ese sentido, con chicas, por supuesto. No siempre tenían por qué ser enfermeras que se negaban a aceptar su triste destino y despertar a la 'bestia'.

Keira A. Baüer ↔ Baños ↔ Tarde

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○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

La estaba exasperando, a ese punto ella creía que ella estaría apretada contra el suelo siendo follada por ese macho. Con sólo imaginarse la escena su sexo palpitaba, mierda, debía tenerla grande, gruesa. Le encantaba cuando su coño quedaba bien estrecho contorneando la polla del acompañante de turno. Sentir que la lastimaba por dentro, sin lástima ni compasión, simple lujuria. Una y otra vez hundiendose en sus pliegues. Arrgh... pero no, eso no estaba pasando, y la actitud de ese chico la estaba sacando de quicio. Estaba malditamente desnuda y con agua corriendo por su cuerpo, el sueño de cada puto hombre de ese puto lugar. Ah, pero no, se venía a encontrar con el hombre que le ofrece una toalla.

Su respuesta no fue la esperada, todo eso le daba un mal gusto en la boca. Mierda es que, ¿acaso era posible? ¿Ese hombre la estaba rechazando? Su rostro no detonaba más que indiferencia, pero en el interior bullía su furia. No era posible, no le había pasado nunca estando en ese hospital, no cuando veían su culo o senos o... No lo se, escuchaban su voz ronca de excitación. Lo mira escéptica, y retiene el impulso de sacarle la lengua como una niña de cinco años. Mierda, no sabía como reaccionar, no le había pasado nunca y ahora quedaba como una idiota. Se da vuelta para no mirarlo y mirarse en el espejo, se cruza de brazos, sino iba a matar a alguien y meterían "impulsos homicidas" a su historial.

Respira hondo tratando de tranquilizarse ante su última frase. La puta, ella sólo quería que él fuera quien le llenara todos los agujeros posibles. Pero no, parecía que estaba jugando con ella y lo peor era que estaba funcionando. Estaba totalmente frustrada y la seguridad que tenía al principio se había quebrado un poco, pero seguía allí, porque si Keira se proponía algo, lo lograba. Y su objetivo estaba allí, en ese preciso momento abriendo la ducha y mojándose con el agua. Podría ir y simplemente meterse en su ducha y tirarsele encima, fácil. Pero si él estaba jugando, no iba a ser el único, y ya no era el sexo y su coño palpitante y mojado lo que estaba en juego. Su orgullo había sido pisoteado de la peor forma.

"¿Se te congelaron las bolas en el norte, Björn?" dice fuerte paseándose por el baño, yendo cerca de la cortina de su ducha. "¿O es que te gusta que te la metan antes de meterla?" pregunta con una sonrisita adornando su rostro, sus palabras eran lo único que le quedaba. Su cuerpo no había hecho el efecto esperado, por primera vez.

Tenía que tranquilizarse porque podía equivocarse, y él era inteligente, podía escaparsele sin más, y no quería masturbarse cuando tenía carne fresca a sólo una cortina de distancia. Y no le convenía que fuera inteligente, uno que sólo pensaba con su sexo ya la estaría arremetiendo contra uno de los lavabos del lugar. Pero no, ella tenía tanta suerte... Maldito hombre orgulloso, si llegaba a tener su polla en la boca se encargaría de morderla un poco.

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No sabía cuanto tiempo más podría aguantar la tentación. Todo ese juego que estaba comenzando le ponía demasiado y no estaba seguro del tiempo que iba a poner aguantar. Eso sin olvidarse de que tenían muy poco tiempo antes de que les buscasen por todo el hospital si no estaban allí a la hora de la cena. Se encontrarían aquella situación y los dos acabarían en aislamiento, y Björn en particular, con droga por sus venas para evitar que su 'amiguito' cobrase vida como lo había hecho ahora. Ups, que descuido. Sus pensamientos se empezaban a entremezclar entre lo ético y lo que realmente hacía siempre. Dominar.

Allí seguía, mojando por completo su cuerpo. El agua era gélida pero él era un tipo acostumbrado al frío por su procedencia, y lo que para cualquiera sería pegar un grito y salir corriendo, para él era la temperatura adecuada al igual que para su 'amiguito'. -Oh Dios...-. Murmuraba en un tono de placer, imaginándose la situación. ¿Pero por qué tener que imaginarlo si lo tenía al alcance de la mano?. Sí, además a esa chica también le gustaba jugar, había entrado en su rollo provocativo y quería sacar de quicio al muchacho ¿quién lo haría antes?.

Keira continuaba al otro lado de la cortina, no se aproximaba pero eso no conseguía que la erección del muchacho se esfumase así como así, tan solo era el principio de algo grande, algo que estaba por llegar.
Su primer comentario le hizo bastante gracia, eso era porque todavía no se había asomado a las duchas y no había visto nada, sin embargo el segundo comentario le ofendió más. No, ese no era un buen camino y no le convenía seguir por ahí. Había cosas en su pasado que le reconcomían la cabeza y una de ellas era precisamente los abusos por parte de su padre, intentaba no recordarlos porque para él era sentir aquel escalofriante dolor otra vez. La última vez que le habían preguntado por un tema que tenía relación a su padre casi mata a una psicóloga, era un tema que le volvía completamente loco y perdía el control de todo.

-Cállate, hija de puta-. Elevó la voz, su ronca voz con aquel particular acento, lo justo para que se escuchara por encima del ruido del agua que todavía caía por su cabeza.
Buscó ofuscado el champú pero recordaba que se le había caído fuera, al otro lado de la cortina y que tendría que pasar por al lado de esa zorra para cogerlo. Así pues sin pensárselo dos veces emprendió el camino y se quedó parado frente a la muchacha, mirando su cuerpo, escrutando cada detalle con detenimiento. -Oh, que despiste, mi champú está en el suelo, ¿podrías agacharte a cogérmelo?-. Con tono sobreactuado y el ceño fruncido por el cabreo que sentía por dentro, Björn esperaba que la chica obedeciese a sus órdenes por su bien y lo hiciera sin rechistar. Sus palabras le habían costado que no pudiera librarse ya de él, solo que esa perra merecía sufrir, sufrir como muchas otras que trataban de herirlo con aquellos comentarios.

Keira A. Baüer ↔ Baños ↔ Tarde

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○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

Estaba tentada a correr la cortina y meterse con él, que al menos la mirase. Sabía que sus palabras tenían un alto poder de convencimiento pero si el hombre en cuestión podía mirar sus tetas al mismo tiempo... Digamos que solía ser más eficaz. Pero se abstuvo, él no la ignoraba aunque haya puesto una distancia entre ellos cosa que demostraba que seguía estando la posibilidad de ganar ese pequeño juego. Keira podía palpar la tensión en el ambiente, podía sentir como los silencios estaban cargados. Sentía algunas gotitas que se escapaban de la ducha y se separó al ver que estaban heladas. Mierda, ese hombre estaba enfermo. 

Vio como su primer comentario le había resbalado, pero sonrió de lado al ver que el segundo había causado algún efecto, era mejor que la llamé puta que que no siquiera le hablé. Frunce sus labios, pensativa. Algo le había molestado, obviamente era hombre y le molestaba que jodan con esas partes de su sexualidad, pero, al contrario, cuando había puesto en vilo su virilidad se lo había tomado a broma. Keira sonríe de lado, teniendo una idea en mente. "¿Tu gustaba, no? Sentirla tan adentro... Ah, es exquisito" susurra y lleva una mano a su centro en donde estimula su clítoris que pedía atención. Le había encantado ese tono rudo y demandante en sus palabras. Notaba que estaba jugando con fuego, que ese niño tenía agallas... Pero no se lo tomaba en serio, nadie podía hacerle daño.

Sorpresivamente sale de la ducha dejándole ver su cuerpo y ella pasa inconscientemente la lengua por sus labios al ver su rígido pene. Le hubiera gustado estar de rodillas para poder probarlo con sus labios, degustarlo y sentir su esencia correr por su garganta. Que se corra en sus labios, en su rostro, en sus senos. Ver la expresión de placer plasmada en su rostro. Saca la mano de su clítoris y chupa sus dedos con delicadeza. Ve que se había olvidado el champú y que ella lo tenía detrás, en el suelo. Sonríe de lado, esa nueva oportunidad para estar en una posición tan expuesta frente a él. Se da vuelta y se agacha.

"Tienes la polla dura, ¿es que acaso imaginabas al tipo que te la metió por primera vez?" Susurra dejando las piernas bien extendidas y abiertas, para darle una vista de su ano y coño. La excitaba sentirla detrás de ella, saber que tiene esa verga a centímetros y que quizás la penetraría en cuestión de minutos. Escuchaba su respiración en su espalda y sentia tambien como sus labios vaginales casi respiraban al ritmo de él, abriéndose y contrayéndose de una manera bastante dolorosa a decir verdad. Se relame los labios y pierda tiempo tomando el champú entre sus manos.

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Su cara se había quedado como petrificada con la misma expresión de asombro al ver ese perfecto cuerpo desnudo e incluso su boca estaba abierta, empanado completamente por todo lo que estaba viendo. Vamos, aguanta, solo por joder a esta puta... Pensaba para sus adentros. Era una situación nueva para él y aunque a menudo pensaba con lo que escondía entre sus piernas, ahora debía mantenerse tan frío como el agua que recorría su cuerpo.

Tal y como se ponían las cosas, adivinaba a la perfección que el mayor castigo para esa chica era hacerla esperar, parecer interesante y no embestirla y romperle el culo a las primeras de cambio. Se había dado cuenta de que el tema que había tocado le estaba molestando, que había caído en su trampa a las primeras de cambio, pero ya cuando seguía con lo mismo, Björn pudo pensar con un poco más de claridad y parecer indiferente ante ese comentario que en el fondo le rajaba como un puñal.

Ella también había caído en su trampa. Se había agachado a por su champú, abriendo bien las piernas y el muchacho pudo apreciar hasta las partes más ocultas de Keira. Giró el cuello a ambos lados sacando las tabas de este y se relamió, mordiendo su labio con fuerza después. Aún no, haz que se desespere... De nuevo, su voz interior que le decía que se calmase aunque su entrepierna no pudiera disimular como él.

Seguía agachada y en cuanto vio que ya tenía tomado el champú en su mano, se acercó por detrás, haciendo que su entrepierna rozara con la nalga de la chica, un par de veces. Un escalofrío recorrió su cuerpo, él también sabía ser un hijo de puta y aunque no lo mostrara con palabras lo hacía con actos.
Pasó por su lado hasta su cabeza y estiró el brazo hacia abajo, cogiendo el champú. -Gracias, lo necesito, es mi hora de meneármela pensando en Brad Pitt, a falta de maricas como yo por aquí...-. Estaba bromeando, evidentemente, casi se le escapa una carcajada pero logró mantenerse serio y se fue hacia la ducha otra vez. -Si no te importa... voy a lo mío-. Atravesó de nuevo la cortina y fue a la ducha que permanecía abierta, con el agua igual de fría que antes.

Si la chica era como parecía, una perra en toda regla, no tardaría en aparecer entre enfadada y ofendida por rechazar en dos ocasiones su cuerpo en aquella postura tan tentadora. A veces le gustaba que la que llevara el control fuera la mujer pero por desgracia nunca lo conseguía, ya que, normalmente todas estaban aterradas y preocupándose en chillar inútilmente. Keira lo tenía en su mano. De ella dependía hacerlo allí mismo o pretender seguir con un juego que no les llevaría a ninguna parte más que al comedor a la cena. No tenían mucho tiempo pero estaba claro que sus dos orgullos chocaban descaradamente. Todo por ver quien era el más fuerte.
Björn se echó un poco de champú por el pelo, aunque lo que realmente esperaba era ver aparecer por allí a esa chica que tenía pinta de estar deliciosa y averiguar si hacía o no maravillas. Muchas de las que iban en ese plan, luego no sabían donde se metían y no tenían ni idea de nada.

Keira A. Baüer ↔ Baños ↔ Tarde

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○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

Su trasero en pompa la hacia parecer tan vendida y expuesta que casi podía acabar solo pensando en eso. Sentir su polla rozarla había sido suficiente para que soltara un suspiro, no solía ser tan fácil, pero el juego que estaban jugando se estaba alargando demasiado y estaba sensible a cada roce. Intento frenar lo en sus labios pero salió de una forma sonora traicionándola. Se muerde el labio inferior y maldice internamente a Björn por no penetrarla en esa hermosa posición, estaba tan pero tan... dispuesta. Pero no, en cambio, tuvo que ponerse frente a ella y tomar el champú. Mierda, podría levantar el rostro y tomar su verga en los labios. Saborearlo y tragar las pequeñas gotas de agua helada que la traversaban. Pero claramente, no pasó.

Lo mira con rabia antes de que entrara a la ducha nuevamente. Se pone en su posición normal y le da un leve golpe a la pared que separaba las duchas, el hijo de puta se la estaba haciendo muy bien. ¿Porqué no la tomaba como a cualquiera? ¿Es que acaso necesitaba gritos y lágrimas? Podía dárselas, mierda. ¿Necesitaba verla sufrir? Oh, el puño cerrado con fuerza que llevo a su entrepierna denotaba su frustración y quizás, sufrimiento. Pero no se rendiría tan fácil, había ido con un fin, y él no sería el primero en interponerse a sus deseos. Aunque quedara poco para la cena tenía que hacerlo, ya no era placer, era puta competencia. Y su culo tenía que salir sonrojado y dolorido de esta.

Se acerca a la cortina de su ducha y se muerde el labio al notar lo fría que estaba, no era a algo que estuviese acostumbrada, no. Es más, solía ser muy friolenta y su cuerpo comenzaba a temblar a cualquier cosa. Pero tenía que poner las cosas en una balanza. No iba a esperar a que él salga, no quería correr el riesgo de perder esa hermosa erección que había visto segundos antes; por lo que tendría que entrar, con fuerza de voluntad quizás no sería tan terrible el agua. Se consolaba pensando que, mientras tuviera metida su polla por algún lugar, nada le parecería frío. No podía esperar más, sino debería tocarse hasta terminar, su vientre era un nudo lleno de excitación. Ah, ese hombre, la estaba obsesionando.

Entra con cuidado a la ducha, intentando no hacer ruido. Ve su trasero pálido y su espalda ancha. Sus brazos que estaban en alto para que sus manos esparzan el champú por su cabello, le parecían fuerte. Del tipo de fuerza que podría matarla. Se excita con eso, peligro, necesitaba eso. Se acerca y es salpicada por algunas gotas de agua, su piel se eriza y suelta un gemido. Con fuerza de voluntad lleva sus manos a su cabello para "ayudarlo" a pasarse el champú. Se acerca lo suficiente para que sus pezones toquen la piel de su espalda, pezones que estaban duros como la roca por el frío que recorría su cuerpo. Baja sus manos por su cuello y por su espalda, arañándolo con más fuerza de lo que sería simplemente erótico. Deja diez líneas rojas adornando su espalda.

"Yo también necesito una ducha bien fría. Estoy tan excitada" dice y pasa sus manos al frente, en donde repite la acción con sus uñas, pero esta vez de abajo para arriba y pega su cuerpo a su espalda. "O quizás necesite esta polla, ¿no crees?" dice bajando sus manos al comienzo de su "V". Sus cuerpo temblaba e intentaba que su voz no lo hiciera. Si quería torturarla, ese agua era perfecta para lograrlo.

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Lo había conseguido, Keira había caído por completo en su juego, dulce juego, que a ambos les estaba excitando más de la cuenta. Como sospechaba, la chica se sentía frustrada por el segundo rechazo del muchacho ante una posición tan... erótica. Ninfomanía, bendita enfermedad y benditas todas las que estaban allí por eso, cuanto se iba a divertir, y hasta hace nada que prefería la cárcel... allí solo eran hombres, unos más afeminados que otros pero allí había culitos de primera clase y por supuesto tetas, muchas tetas. Era todo muy tentador, como aquella chica. Qué equivocado estaba, en ese hospital podría jugar mucho, no siempre ser él el que buscaba sexo salvaje.

Björn se extendía el champú por el pelo, se había dado la vuelta tras esperar impaciente que esa cortina se abriera. Bingo, la presa con la que estaba jugando había caído, otra vez.
Sentía sus uñas clavarse en su espalda y como, posiblemente dejarían una marca visible, pero tampoco esperaba que su psicólogo, Rivers, se diese cuenta, y los médicos, si no pasaba nada tampoco. No le gustaban demasiado esas cosas, esta vez estaba probando algo diferente, Keira lo quería ya, cuanto antes y él necesitaba abrir piernas ya.

Sus uñas volvieron a dejar rastro, esta vez por el abdomen del chico, lo que provocó un escalofrío al sentirla tan cerca, sus pechos rozando contra su espalda y sus manos tan cerca de su entrepierna. Un paso más, estaba desesperada, había conseguido que perdiera los nervios. Björn sonrió satisfecho y se dio la vuelta, para ahora sí, mirar directamente sus ojos.
Keira temblaba, normal, el agua estaría fría para cualquiera y Björn tampoco quería que muriese de hipotermia, no al menos hasta que se la hubiera tirado, por lo que, con uno de sus fuertes brazos, abrió la llave del agua caliente haciendo que la que caía de la ducha se templara con rapidez.

Ambos seguían a una distancia mínima, sus entrepiernas se rozaban pero no llegaba a haber el contacto que se esperaba. -Vaya... ¿tienes frío? yo tengo algo caliente para ti-. Murmuró, acercándose a su oreja y lamiéndola después. Una de sus manos recorrió su espalda un par de veces y después se paró en su trasero, dando unas cuantas palmaditas, no muy fuertes. Su otra mano jugaba con uno de sus pezones y su boca seguía entretenida por su oreja.
Lo más interesante estaba por llegar.

Keira A. Baüer ↔ Baños ↔ Tarde

Something to do

○ Tarde · Baños · Björn Zrdênjhølk ○

Sus piernas temblaban y ya no sabía si era de frío o excitación. No podía decir que era la primera vez que llevaba una especie de iniciativa o casi empujaba a su compañero a tener sexo con ella, o siquiera tocarla. Pero si era la primera vez que perdía los estribos de esa forma, y que, acorralarlo en la ducha no era su primera opción. A decir verdad, ella esperaba que él lo hiciera sin dudar. Pero en ese lugar estaban todos locos ¿qué podía esperar de él? ¿Qué podía esperar de ella misma? Eso estaba bueno, de todas formas, algo inesperado, algo diferente de que él hubiese venido desde atrás, tapado la boca y metérsela y sacársela hasta acabar en su culo. Eso había sido mucho más divertido.

Cuando iba a bajar más las manos, llegando a un territorio que deseaba con ansias, él se dio vuelta dejándole la vista de lo que si todo salía bien, la penetraría en unos segundos. Volvió la mirada a sus ojos y lo miro entre burlona y excitada, ya basta de putos juegos, estaban haciendo que su vientre estalle en pedazos. Miro sus labios y tuvo las extrañas ganas de besarlo. No le pasaba mucho eso, solía pensar en posar sus labios en la punta de una buena verga, y no sobre unos labios. Pero los de él le habían dicho tantas cosas que la habían llevado a la frustración que, en ese momento en donde ella había sido "derrotada", quería probarlos. Mejor dicho, morderlos hasta sentir su sangre mojando su lengua.

Agradece por dentro el gesto de poner el agua tibia, sus pezones no podían estar más duros y sus brazos abrazaban su cuerpo para recuperar algo de calor. Pero cuando siente que el agua comienza a templarse, sus pensamientos se centran más en el hombre que tenía en frente. Lo mira con una gran sonrisa por lo que le había dicho y, pegándose más a él, se pone de puntillas para tocar su lóbulo con sus labios. " ¿Sabes qué? Siempre tuve la fantasía de cómo un hombre me tomaría por la fuerza... Sabes de eso, ¿no?" Ríe y muerde su lóbulo y se aleja. Le decía la verdad, estar sola con alguien que la superaba en creces y que tenía esos antecedentes... La excitaba, mucho. De todas formas, ya todos pensaba que estaba loca, sumar "masoquista" a su lista de enfermedades no cambiaría nada.

Siente sus manos y labios recorrerla, le encanta, quizás no era como hubiera deseado pero en diera forma lo había conseguido. La estaba tocando y ella comenzaba a dejar su locura fluir, su cuerpo se erizaba u ya no por el frío. Puso sus dos manos en su pecho y cerro sus ojos. "Entonces calientame, necesito mojarme bien para recibir a toda esa cosa" le dice con voz ronca, excitada. Y era verdad, tendría que tener cuidado de no lastimarse. "¿Por dónde te gusta más?" pone una de sus manos sobre la de él en su trasero y la otra la baja a su clítoris.

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