Historia y Ambientación

Era uno de los más impresionantes y bellos psiquiátricos que jamás se hayan construido. Se edificó en una hermosa colina en la que, tiempo atrás, existieron cultivos contaminados por el cornezuelo, un hongo que provocó delirios y alucinaciones a muchas personas que fueron acusadas de brujería, como en el antiguo pueblo de Salem, en América.

Esta enorme edificación de estilo gótico, que inspiró a H.P. Lovecraft varios relatos, comenzó a construirse en 1874 y se inauguró cuatro años más tarde. Fue diseñado por el arquitecto Nathaniel Jeremías Bradlee, de acuerdo con el Plan Kirkbride, un sistema creado por el psiquiatra Thomas Kirkbride, que defendió la filosofía del “Tratamiento moral”. Según este pensamiento, la mejora en las enfermedades mentales debía estar basada en el trato humano a los enfermos y en su internamiento en lugares hermosos, en los que abundase el aire fresco y el sol. Las habitaciones debían ser amplias, luminosas y decoradas con buen gusto. Kirkbride opinaba que el edificio en sí debía tener un efecto curativo, convertirse en “un aparato especial para la atención de la locura”. De esta manera, las personas que sufrían enfermedades tales como la depresión, el alcoholismo y la esquizofrenia, encontrarían el espacio y la tranquilidad que necesitaban para recuperar y reconstruir sus vidas.

El Morrigan’s Mental Asylum se convirtió en un modelo formidable de aplicación del Plan Kirkbride, pero pronto esta situación empezaría a cambiar. Este hermoso hospital, dejó de ser un hogar cálido y confortable para el enfermo mental y se convirtió en una tétrica prisión en la que se aplicaban todo tipo de terapias de choque, lobotomías, hidroterapia, camisas de fuerza y cualquier otro método que permitiese controlar al número, cada vez mayor, de pacientes que allí se internaban.

A partir del 1900, el concepto de “edificio-como-cura” de Kirkbride se fue desacreditando, sobre todo porque se trataba de un sistema cuyo mantenimiento resultaba excesivamente costoso. Los majestuosos psiquiátricos de Kirkbride (se construyeron más de 300) se transformaron en lugares húmedos, claustrofóbicos, donde los pacientes fueron encerrados y maltratados pues el edificio original tenía una capacidad máxima de 600 pacientes, sin embargo, el hospital llegó a albergar alrededor de 2400 pacientes. El hacinamiento de los enfermos fue tan extremo que comenzaron a utilizarse diversas terapias de choque para mantener el hospital bajo control, volviéndose un depósito de humanos.

La pesadilla, realmente, despuntó tras la muerte de Kirkbride. Ese mundo lleno de pureza e imágenes de vida comunitaria entró en un lento proceso de degradación. Dejó de ser un hermoso palacio montado sobre verdes colinas para convertirse en una tétrica mazmorra. Los pocos testigos que han llegado a dar su versión, describen un mundo sádico, donde las consignas y terapias recomendadas por el mentado doctor se perdieron con las prácticas impuestas por las nuevas teorías.

Las sesiones de fotografías y muestras de arte fueron trocadas por baños de agua fría; las amplias y espaciosas habitaciones se llenaron de enfermos y se realizaron cuartos de dimensiones minúsculas para asilar a los internos de mal comportamiento como en las penitenciarías. Las camisas de fuerza se pusieron de moda y, más tarde, lo hicieron las terribles lobotomías.

A principios de los años sesenta, muchos de los rumores que circulaban por las calles del pequeño pueblo de Sligo, parecían mucho menos que rumores. Los relatos de los vecinos de la zona que describían los siniestros gritos que se oían, las historias de locos que se fugaban y de guardias más trastornados que los internos. El trato deshumanizado, el abuso de electroshocks y el uso ilegal de lobotomías en los pacientes eran parte de todo lo que se decía sobre el hospital que nadie, hasta ese punto, había logrado comprobar.

Los gastos eran excesivos y se sumaban demandas de pacientes que habían logrado escapar y que, sorpresivamente, aún estaban en sus cinco sentidos, en contra del hospital y del mismo personal que practicaba los procedimientos y los trataban como animales. Finalmente, el hospital logró esquivar todo tipo de cargos gracias a que el director en ese entonces, Cillian Guinness, tenía la suficiente presencia como para lograr evadir cualquier tipo de cargos. Es decir, tenía bastante dinero.

La situación de Guinness y el psiquiátrico estaban decayendo. Guinness ya no tenía el dinero que llegó a tener a principios de la década y ya no tenía forma de seguir ocultando la situación del hospital. Un gran incendio cubrió los interiores del hospital. A la fecha, no se sabe si fue provocado o fue accidental, pero se dice que el mismo Guinness lo provocó para que nadie encontrara los documentos de los pacientes o de la situación que se vivía dentro del mismo nosocomio.

Sin embargo, la situación no fue la más favorable. Debido al hacinamiento actual, más del 50% de los pacientes internados murieron calcinados, así como muchos miembros del personal, incluido el mismo Guinness, y parte del edificio central fue destruido. Las oficinas principales, despachos y consultorios, junto con todos los papeles importantes que ahí se archivaban.

Los pacientes que quedaron con vida, fueron trasladados a diversos hospitales en los pueblos de la provincia de Connaught. Muchos murieron en el camino, muchos otros murieron al llegar al hospital.

Jeremiah Gallagher compra el hospital evitando la demolición. Lo remodela internamente, dejando la construcción exterior –que a pesar del incendio, estaba prácticamente intacta- tal cual estaba, arreglando los daños mínimos que el incendio había hecho para concentrarse en hacer del Morrigan’s Mental Asylum lo que era en un principio, basándose en el plan Kirkbride.

La remodelación duró 10 años y costó muchos millones de libras irlandesas, pero Gallagher logró hacer que, en 1992, el Morrigan’s Mental Asylum volviera al funcionamiento. Se añadió una capilla, una clínica de urgencias y el “Edificio X”, como se le llamaba en ese entonces a las ruinas que habían quedado que incluían las salas de lobotomía y el crematorio, quedó abandonado y restringido en la parte posterior de l mismo hospital.

Se prohibieron las lobotomías y las terapias de electroshocks podían hacerse de forma voluntarias, dándole al paciente una hoja de autorización para que se le aplicara el procedimiento, con efectos secundarios del mismo. Para quienes no estaban en condiciones de decidir sobre aplicarse o no el procedimiento, se aplicaba en caso de que fuera algo de vida o muerte.

El hospital lleva más de 20 años en funcionamiento, tratando a miles de pacientes por año, obteniendo buenos resultados desde que comenzaron a usar medicamentos para las enfermedades. Tratan, no solamente a personas con trastornos mentales, sino también gente con trastornos alimenticios, criminales que han sido declarados mentalmente inestables por la corte, adicciones, entre otras.

Cuenta la leyenda que por las noches se escuchan gritos provenientes del “Edificio X”, donde están las salas de lobotomías, los crematorios, la morgue y los laboratorios donde solían hacer experimentos con los pacientes. Nadie sabe si son gritos reales, si son gritos que creen escuchar, o si simplemente también el personal está comenzando a perder la razón.

Hay situaciones extrañas desde hace cinco años. Tanto pacientes como personal ven “fantasmas”, los empleados saben que algo está sucediendo pero se hacen de la vista gorda para conservar sus empleos, los pacientes están desapareciendo para siempre y de un tiempo acá, la chimenea de uno de los crematorios abandonados se ve en funcionamiento.

Los desaparecidos jamás regresan. Y si regresan, lo hacen en un estado de catatonia permanente que los deriva a la muerte, lo que lleva a pensar a muchos que alguien está experimentando con ellos nuevamente. Creen que están volviendo a usar las lobotomías de forma ilegal y clandestina y quienes no sobreviven, terminan siendo cremados en el mismo hospital pero los restos desaparecen.

Todos saben que algo está sucediendo y que alguien está haciendo algo. ¿Pero qué es y quién es?

Todavía algunas familias de la zona las recuerdan. Muchas historias parecen ser tristemente verídicas; otras se entremezclan con fantasmas y almas en pena. Y muchas otras recuerdan el día del incendio con terror en la mirada. Describen los gritos de la gente, la desesperación y el olor a muerte que perdura a pesar de haber pasado tanto tiempo.

© Creado por Theta Sigma