Pequeño accidente [Björn]

Un largo y aburrido día más dentro de ese hospital de mierda. Y ya llevaba un mes allí dentro, un mes que parecía un año, en ese centro cada día parecía interminable y nunca había nada que hacer, básicamente porque no dejaban hacer casi nada, no, mejor dicho, no dejaban hacer nada. ¿Qué clase de mierda era esta? para eso estaba mejor en la cárcel, allí por lo menos podía hacer pesas en el gimnasio del patio o darle puñetazos al saco de boxeo, una de sus grandes aficiones, sin contar con las noches de timbas de póker y esas apuestas por ver quien duraba menos enseñando el culo en las duchas. En este hospital ni eso, era triste pero cierto, contaban con menos libertad que en la propia prisión.

Sin contar con que aquí, a Björn le hacían tragar una medicación que le dejaba completamente en estado vegetativo, lo único que le faltaba es que se le cayera la baba. Aquel día precisamente había tenido un nuevo accidente. Tras tomar su dosis mañanera de un porrón de pastillas y tratamientos, Björn iba camino de los jardines a tomar el aire porque se sentía bastante mal, y allí, por culpa del fuerte efecto de las pastillas había acabado con su cabeza contra el suelo, sin los suficientes reflejos como para poner la mano antes del impacto. ¿Consecuencias? la nariz aparentemente rota y una brecha en la frente, encima de una de sus cejas.
Aquella camisa blanca que llevaban estaba llena de sangre pues las heridas en la cara eran bastante aparatosas y de su cara no dejaba de brotar sangre a borbotones, especialmente por su nariz. Ni siquiera era capaz de levantarse hasta que unos enfermeros se percataron de la situación y antes de desmayarse pudo notar como le movían de allí.

Despertó poco después, adormilado por la pérdida de sangre y la medicación, sentado en una de las sillas que había al lado de la puerta de la enfermería, con un paño cubriendole la nariz que apretó ligeramente y le provocó cierto dolor como es lógico.
La puerta seguía cerrada pero Björn no podía permitirse el lujo de esperar a desangrarse allí mismo por lo que abrió la puerta, pero para su sorpresa allí no estaba la enfermera gorda y pesada de siempre, de hecho no había enfermera, sino una chica joven y atractiva que ya había visto alguna vez por los pasillos, al parecer herida también. A lo mejor no era ella la que estaba allí y todo eso solo era producto de su imaginación, aun así no estaba para muchas fiestas y tras sufrir nuevamente un leve mareo, decidió sentarse en la camilla, apretando el paño que le cubría casi toda la cara y esperando que apareciese la puta enfermera de una vez. -Me cago en la puta...-. Logró musitar, con su acento marcado y entre grandes dificultades de pronunciación.

Sentado en la camilla y presionando ligeramente sus heridas para intentar cortar la hemorragia, observaba con curiosidad a la chica. Si sus heridas no fueran tan aparatosas otro gallo hubiera cantado y ahora mismo estaba seguro de la posible situación que se estaría desenvolviendo. Aquella chica se había librado por los pelos, pero nunca se podía cantar victoria, y quien sabe lo que pasaría cuando apareciese la enfermera, si e que se dignaba en venir.
Ella estaba cerca, demasiado cerca de Björn para su propia seguridad, pero sus palabras lograron desviar sus pensamientos y prestar atención en lo que decía. -No es para tanto, solo es un golpe en la nariz y un corte, nada más-. Murmuró sin darle mucha importancia. Es verdad que el golpe era bastante aparatoso y romperse una nariz no era cosa leve, pero a Björn no le gustaba dar importancia a ese tipo de cosas, llamar la atención y ser un quejica. Por desgracia había visitado muchas veces el hospital por fracturas o dolores parecidos y ya estaba acostumbrado a esos dolores. Además aquí tenían todo tipo de calmantes y seguramente no tardarían en ponerle unos cuantos.

Pero no, pasaban los minutos y la puta enfermera no aparecía por ningún lado. Echó una vista alrededor y ahí se fijó en el motivo por el que la chica estaba allí, un corte en una de sus piernas, por el que también sangraba y aunque no tanto como el chico, también parecía algo de importancia.
-Me parece que vamos a tener que hacer de médicos, la gorda no aparece-. Björn se levantó de la camilla y aunque seguía bastante aturdido, se quitó el paño de la cara y rebuscó por todos los armarios algo con lo que poder curarse, pero antes encontró algo mejor, los calmantes. Una jeringuilla y el líquido adecuado para una dosis era lo suficiente. El sueco cargó la jeringuilla y rompió un cacho de la tela del trapo para atarlo a su brazo y pincharse con el pulso bastante tembloroso. No era la primera vez que tenía que curarse así mismo pero esas cosas no dejaban nunca de ponerle nervioso.
Ahora que iba a estar más tranquilo y con menos dolores, siguió buscando por los cajones, revolviendo todo, hasta encontrar agua oxigenada y gasas, no era gran cosa, con ello solo se podría desinfectar, pero era un paso hasta ver si aparecía esa dichosa enfermera. -Eh, tienes que ayudarme-. Lo dijo en un tono un tanto desagradable, nunca era experto en pedir las cosas con respeto y por favor, era su forma de ser. Extendió las cosas hacia ella y miró fijamente sus preciosos ojos, esperando a que accediera a curarle, luego, si las cosas iban bien, lo haría él.